Vuelos, descensos y caídas del taller literario de la Asociación Cultural Rumbo

10 de junio de 2012

CUENTOS MARAVILLOSOS DEL MÁS ACÁ: EL FLAUTISTA DE SAN NICOLÁS, por Claudia Maglio




Cuentan los que cuentan que luego de trabajar  en la ciudad de Hamelín, donde además de desratizarla y tomar medidas extremas dado que no se le pagaba lo prometido, el flautista llegó a San Nicolás…
Vino sólo a descansar, mas como siempre la “fama” nos precede, gran revuelo causó su llegada.  No fueron pocos los que temieron, incluido el intendente y su secretario Manuelito, pero el flautista sólo deseaba descansar y si podía, pescar también…
La primera medida tomada por la intendencia fue que no se lo molestara y que todos los servicios, incluyendo posada y comida, no le fueran cobrados pues no querían molestarlo con pavadas ni pedidos y muchísimo menos encender su ira.
Así fueron pasando los días en absoluta y tensionante tranquilidad. Por las noches, para despuntar su vicio, el flautista se acercaba al río y comenzaba a tocar dulcísimas melodías que cautivaban con su aroma a chocolate y marrón glacé a las mujeres de San Nicolás. Todas, irremediablemente, se levantaban de sus lechos y salían en su búsqueda guiadas por esas notas tiernas que inundaban sus almas. Sentían pequeños cosquilleos en su corazón que las cautivaban. Su gran deseo: conocer no sólo al flautista sino también a su flauta y, probar del dulce néctar armonioso que de ésta se desprendía.
Los hombres se enardecían cada día más y les reclamaban tanto a Ismael como a Manuel, que algo hicieran con este estafador sentimental que a sus mujeres cautivaba y llevaba hacia sus lares. Se estaban convirtiendo en verdaderos “cornudos” a sabiendas sólo por temor de los que dirigían la ciudad, que también sufrían en carne propia las pequeñas fiestas que sus damas gozaban con el maquinador  visitante.
El comisario en jefe, a quien su esposa ya se le había ido con la flauta maravillosa del extranjero, se le ocurrió investigar la vida personal y los secretos que guardaba el gran flautista, que como todo hombre, seguramente debería tener.
Fue así como descubrieron que en la ciudad de caramelo, allá lejos, cerca de las Antillas celestes,  vivían su fiel esposa junto a los veinte hijos de la pareja. No era de extrañar la cantidad de hijos que tenían, pues cuando una flauta es muy dulce y es  tocada por un gran maestro  unido a una bruja-maga, digna hija de la diosa de la fertilidad, estos suelen ser los resultados más comunes.
La cuestión es que la autoridad de San Nicolás se reunió y comisionó al jefe policial para ir a buscarla.  No fue fácil dar con ella, se pasaba todo el día trabajando no sólo con sus párvulos sino también como maga. El comisario al hallarla le comentó las andanzas de su flautista esposo, por lo que ella como buena bruja-maga, decidió emprender el vuelo e ir a buscarlo.
Al llegar a nuestra ciudad, se escondió para que él ignorara su presencia. Por la noche, cuando el flautista salió a tocar y conquistar, escuchó a lo lejos  la cautivante voz de la Siringa que su esposa, como buena griega, acariciaba. La atracción era fatalmente sugestiva, no podía evitar escuchar, tanto fue así de mágica y enceguecedora que el flautista dejó de tocar su instrumento.
Desconcertado, inmensamente herido por tan bella melodía, comenzó a caminar dirigiéndose como un autómata hacia ella que lo esperaba en la plaza central. Al verla, temió lo peor. Una tormenta extraña se desato, caían gotas de miel copiosas sólo sobre ellos dos. La astuta bruja-maga, lo envolvió con su capa de azúcar y mazapán. Lo miró fijamente con sus ojos amarillentos transparentes, y acariciándolo sólo se le escuchó decir: “en casa hablamos”. Él agacho su cabeza, le entregó su flauta y sin decir nada subió al carruaje de nueces y canela tirado por dos bellos ciervos de arroz con leche.
Partieron. No se supo nunca más de ellos, pero algunos cuentan que en las noches tormentosas se puede escuchar a la esposa del flautista tocando su melodiosa siringa, y a él riendo con su suave risa verde limón junto a sus ahora veinticuatro hijos.
Y como terminan todos los cuentos: colorín colorado... Esto, ¿se ha acabado? 





2 comentarios:

miriam dijo...

Traer al más acá estas reliquias maravillosas actualizadas, reformuladas, fue posibles por la osadía de mis flores diversas, que se atreven a saltar todas las vallas, a jugar todos los juegos. Faltaba el Flautista de Claudia para completar la secuencia, y aquí está. Jardín completo.

Anónimo dijo...

cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia...!! buenísimo Clau!
Vicky