Vuelos, descensos y caídas del taller literario de la Asociación Cultural Rumbo

9 de abril de 2012

ANTES DE QUE SILBEN LOS PÁJAROS, por Victoria Marín

Son las siete. Todavía no amanece. Lo sé porque la sombra que dibuja la ventana no se filtra aún entre las hendijas y los pájaros andan revoloteando todavía como si tuvieran  la expresa orden de silbar a las siete en punto. Estoy un poco ansioso. Aunque ansiosos son los que esperan algo y no los que esperamos la nada. Mario dice que ha visto varios en estos treinta años de carrera. Pero yo no he visto a ninguno, ni siquiera a El Nene, ese sí que tenía todos los números, pero el muy zorro la hizo bien. Yo, si hubiera hecho lo mismo que él, también habría zafado. Pero quién va a creer que me faltan caramelos. Cualquier otro hombre en mi lugar hubiera hecho lo mismo.

 Estoy por terminar el cuadro. Voy bien, el fondo fue fácil, no necesité colores, me bastó un poco de blanco que mezclé con negro, el gris creo que es el tono justo.  En el centro plasmé el animal. Con los ojos desorbitados, el pelaje alborotado, los colmillos filosos, la garra... Hoy no tengo ganas de pintar, hoy estoy ansioso. Mañana tendré todo el día, o pasado mañana, o…

No estoy durmiendo muy bien, mamá dice que es la conciencia, o la inconciencia, dice. Pero yo ya le dije que se cuide la salú, y que no ande preocupándose por mis asuntos, sino va a terminar como papá. Yo no sé más que decirle a esa mujer. Los pibes ya no vienen, suerte que tengo a Mario para charlar. Él si me entiende y no tengo que preocuparme que le dé un infarto. Está acostumbrado. A él le pido los óleos y los pinceles.

Yo le conté a Mario de mis sueños y de las trasnochadas que me mando gracias a ellos. De las voces que escucho, y dice que es parte de este lugar y de la inmensa soledad que nos tiñe la vida. A veces parece un escritor, de cómo habla. Pero yo me siento acompañado. Si él no estuviese del otro lado le daría un abrazo.

No sé si voy a tener tiempo de terminar el cuadro. El bermellón es difícil de conseguir en las librerías de este barrio. Y yo no puedo soportar que la garra tenga otro color que bermellón.
Mamá dice que no pinte más, que no es otra cosa que desnudar la verdad ya revelada, que es redundar en lo acontecido, que es morbosidad desbordada, y no sé cuántas otras cosas más me dice. No entiendo por qué se ensaña tanto con mi pintura. Estoy tan ansioso.
El carmesí es parecido. Pero no es igual, igual. Y yo lo tengo bien presente. Es bermellón. Ese es el que tengo que usar. Nadie más que yo y solamente yo para saberlo. Mario dice que lo va a conseguir antes de ese día, porque sino no tendré tiempo de terminarlo.

Pero hoy estoy muy ansioso. Tengo miedo, miedo de no llegar a ese día por tanta ansiedad. Imaginate que me muera antes. Que desilusión. Que ironía. Que cobardía.
Mañana me pongo a pintar, lo termino todo, y así cuando llegue Mario con el bermellón le doy el toque final antes de que silben los pájaros.



Mi prisionero
Hermel Orozco
Ecuador

No hay comentarios: