En su cumpleaños número 30, Cenicienta tiene mucho por decir:
Quiere que todos sepan que se rompió el hechizo.
Que no hay ningún castillo.
Que la vieja casona está minada de ratones.
Que en esa vivienda no vivía ningún rey y fue usurpada por un supuesto príncipe.
Que este ser mentiroso y haragán ni siquiera tiene la voluntad de agarrar una cuchara para reconstruir las paredes que se vienen abajo.
Que el hada madrina nunca existió.
Que simplemente se trata de una entrometida mujer, a la que debe llamar “suegra” y de la cual el pueblo se espanta por los talones rajados de tanto andar en chinelas.
Que las calabazas son el único alimento que tiene para poner en la olla, porque crecen solas en esa tierra.
Que en los inviernos se ha quemado las pestañas con el fin de encender el fuego.
Que también experimentaba una agradable sensación de libertad, al ver el humo de la chimenea mezclándose con las nubes.
Que no cesará hasta encontrar a Gus el cura párroco del lugar.
Que le ha enviado un mail a su amigo Jap, para que venga a rescatarla.
Que no sabe por qué él no responde sus mensajes.
Que toda su desgracia se produjo por creer en hechicerías.
Que ha tomado una decisión tan espantosa como indeclinable.
Que en el convento tal vez no llueva.
Que ha cambiado vestido por hábito y zapato taco alto por chatita oscura y silenciosa.
Que celebrará su cumpleaños número 30 junto a las monjas Drizella y Anastasia, otrora hermanastras insoportables.
Ilustración: Cenicienta, por Lorena Torrado
1 comentario:
que esta es la mejor versión Blanqui jaja!!!!
Vicky
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