Vuelos, descensos y caídas del taller literario de la Asociación Cultural Rumbo

Reclamos

     

     CARTA DE RECLAMO A UNA MODISTA (Blanca Ciffo)


Señora Tota:

De la misma forma  que puse en sus manos varios metros de  encaje, de crep marroquí, de tul y mucha confianza para que confeccionara mi vestido de novia a medida, hoy necesito expresarle esta bronca que me comprime el pecho. El motivo es el desastre que usted realizó con aquellas costosísimas telas.  
En esa noche tan especial, en la cual yo debería haber lucido radiante, usted, con su irresponsabilidad se encargó  de que yo cayera en la ridiculez.
Sabía  usted que yo confiaba ciegamente en su idoneidad,  convencida de ella por las referencias que pude escuchar de sus propios labios,  respecto de sus trabajos  anteriores, cuyo antecedente principal era haberle  dedicado  muchos años de servicio a aquel sastre de la calle Nación. Ahora me entero de que su tarea específica era la de hilvanar, hacer ojales,  aplicar los botones, y que concluía su rutina de “modista” con el planchado. Y  siempre muy controlada por el ojo su patrón.
Además,  usted dijo que se había perfeccionado en las mejores academias de costura. “Sistema Mendía”, “Sistema…”, no me acuerdo qué otro. Sólo habladurías.
¿Recuerda una de las últimas veces en que me probó el corsé? Acordamos que le cosería un cierre  invisible. Contrariamente a mi pedido,  ni a una ristra de ajos le habrían asomado  todos esos dientes y, para colmo, eran de metal. También  acordamos que lo  agrandaría un centímetro de cada lado, sin embargo, usted aumentó cuatro. Debo decirle que en medio de tantas emociones, el índice y pulgar me quedaron entumecidos por estar sosteniendo por horas su obra de arte para que no se me cayera  y mis senos quedaran en total desamparo, provocando el disfrute o  la risa  de todos los invitados.
Tota, usted es una chapucera, ese don que me aseguró haberlo adquirido desde la cuna, se le quedó bien metido dentro de las sabanitas.
Sepa que los elogios fueron para el ramo, el maquillaje, “qué bien te queda ese peinado” me decían, pero sobre el vestido ni una palabra. Sólo miradas insinuantes.
Demasiados errores para un mismo cuerpo, porque los centímetros que le sobraban al corsé, le faltaban a la cintura de la pollera. Imagínese que estuve conteniendo la respiración durante toda la noche.
Le cuento que todavía tengo en mi cabeza el ruido de la maquina de coser de mi abuela. Ella, que sin haber estudiado corte y confección me  explicaba que el ruedo, en una falda acampanada como la mía, era algo  muy   delicado. Me decía que es ahí donde  entran en juego los conocimientos, la practicidad, la experiencia y si esto no se diera, es valioso el aporte de la  imaginación. ¡Imaginación, señora Tota! Así que tomé el consejo de mi madre y comencé a balancear mi trasero como un pato para que el defectuoso ruedo  pasara  desapercibido.
Y para confirmar su total ineficacia,  en la hora más esperada de la fiesta, El Danubio Azul se tornó gris oscuro porque entre  giros y más giros, perdí la tan soñada y  romantiquísima cola de encaje español, corte sirena, en un inesperado pisotón. Porque usted  señora “modista”, olvidó coserla con la máquina.  
Le aclaro que no le estoy  pidiendo me devuelva el importe  que le pagué. Solamente  le suplico que no siga arruinado telas, y que lea detenidamente el cupón que adjunto a esta carta donde figuran los cursos  de corte y confección.
Pero, también me permito hacerle otra sugerencia un tanto  machista.
Señora Tota, mejor dedíquese a lavar los platos.
La saludo y hasta nunca.
                                                                                                               Blanca








     CARTA A UN RELOJERO QUE COMPUSO MAL UN RELOJ (Victoria Marin)


Estimable señor relojero:


El día viernes le llevé a usted, un reloj de pared a cuerda que había quedado trunco varios años luego de un inesperado desvanecimiento por las escaleras. Por mucho tiempo desconfié en gastar mi dinero para arreglarlo, o si más bien sería aconsejable comprar uno nuevo de esos con diseño minimalista que se parecen más a un cuadro hecho con mosaico y dos palillos chinos que a un reloj. Pero usted muy bien me comentó que valía la pena repararlo ya que era una antigüedad y que cuanto más pasase el tiempo; y esto si que es una gran ironía ahora, más aumentaría su valor. Desde luego estas palabras suyas fueron muy acertadas, pero le aseguro que mi reloj hoy, no vale un centavo.
Cuando llegué de su taller ayer lunes por la mañana, estaba ansiosa por colgarlo y escuchar su clic clac (todavía no se había inventado el tic tac) que ya no recordaba. Pero mi asombro surgió muy pronto al descubrir que pasado un tiempo; que como usted comprenderá, no le puedo precisar, noté que sus finísimas agujas se movían hacia atrás. Si, hacia la izquierda, ¿se da cuenta lo que le estoy diciendo?, me quedé inmóvil con los ojos abiertos sin pestañar para no perder la vista del fenómeno, y efectivamente, los minutos se devolvían a mi reloj para guardarlos quién sabe dónde.
Un hecho se dio hoy por la mañana cuando mi tía Eloisa tocó a mi puerta con una tarta de berenjenas que ya se me había hecho insoportable aceptar el día domingo. Entonces el temor se apoderó de mí: ¿y si los hechos comenzaran a repetirse a medida que las agujas avanzaran, o mejor digamos, atrasaran hacia la izquierda? ¿Y si las acciones y las personas se repitieran según las horas de mi reloj? ¿Y si ahora que es martes es en verdad el domingo de mi tía Eloisa y su tarta de berenjenas? ¿Y si así pasasen las horas y llegara el día en que acudí a verlo con mi reloj descompuesto y tendría que verlo otra vez a los ojos? ¿y si así infinitamente volviera a pasar por momentos terribles que ahora recuerdo y que no estoy dispuesta a pasar por segunda vez? ¿Y si me olvidara de este enojo hacia usted, y este hecho quedara perdido en el tiempo?..
Entonces fue cuando una ira inconcebible llevó mi pensamiento hacia usted y hacia toda su familia, la cual no tengo el gusto de conocer, pero créame, señor, que sería capaz de ir hasta su casa si no le devuelve a mi reloj toda su dignidad de reloj. Yo sé bien lo que pagué por su trabajo y no es una suma nada despreciable, considerando que usted lo tomó como una reliquia, y que su valor aumentaría gracias a su tarea, y otras tantas cosas que me describió injustamente. Digo injustamente porque nadie con sentido de la lógica compraría un reloj por más antiguo que fuese, si éste se le burlara de esta manera.
Por eso he decidido escribirle esta carta. Porque intento llegar a su persona de una manera más saludable para los dos. Mi reloj y yo no volveremos a su taller. Se nos ha humillado insolentemente. Pero si usted recapacita en su idoneidad y piensa que debe cumplir con lo que se le ha encomendado, aquí al dorso le dejo mi dirección actual, mi dirección de antes y la anterior a esa, por las dudas que se le haga tarde.
Lo estaremos esperando.
Atentamente. 

                                                                                                     Victoria





NOTA A MI MODISTA (Evangelina Arroyo)


Doña Angelita:
                     necesito urgente que me termine de arreglar el vestido para la fiesta de 15 de mi sobrina. Hace tres meses que se lo dejé... y todavía ¡nada! Yo no sé si me estaré volviendo loca, pero hace una semana vi un vestido igualito al mío en la vidriera de una boutique, hasta tenía ese detalle de piedras y canutillos azules en el escote. Está bien que yo lo copié de una revista, pero era demasiado igualito, ¿me entiende? A ver, doña, si se pone en campaña y me lo termina, eh... No sea cosa que me quede sin vestido para la fiesta, y ahí sí que usted no va a ver ni un centavo de mi parte...
Y ahora que me acuerdo, ¿qué fue de la camisa del Ricardito que le di a usted el año pasado para que le pusiera cuello nuevo? ¡Era la camisa más nuevita que tenía el nene! ¡Recién comprada! Pero como al Ricardito le hacía picar el cuello, yo se la encargué... ¿No se acuerda? ¡Vamos! Haga memoria, Angelita... No me irá a decir que a su edad ya le falla...
La verdad, me cansé de llamarla por teléfono, de venir todos los días a tocarle timbre, y de usted, ni noticias... por eso le dejo esta nota, y le encargo de corazón que por favor me devuelva el vestido, y si es posible, también la camisa del nene... El lunes paso de nuevo.


                                                                                                               Susy







3 comentarios:

Lucía dijo...

Naaaaaaaaa!!!!!

HERMOSOS!!!!!

Anónimo dijo...

éstos son reclamos que valen la pena escuchar y no los que escucho yo jaja!!!!!!

Vicky

miriam dijo...

jajajaj, vicky!!!

tenés razón!! ¿que tal si cada quejoso se hace una pasadita por el taller?