Vuelos, descensos y caídas del taller literario de la Asociación Cultural Rumbo

15 de diciembre de 2011

UNA LUZ EN LA VENTANA, por Blanca Ciffo

Una luz entró por la  ventana, apareció otra y otra. Fueron multiplicándose, como así también se diferenciaban   entre ellas  por sus  tamaños y variedad de  colores.
Por un momento creí tener el firmamento dentro de mi habitación. A todas las veía en constante movimiento,  menos una que se había posado sobre mi rostro y me atraía  demasiado.  Precisamente esa luz  no me transmitía  la suficiente calma que ofrece el arc iris después de diluviar. Ella quería  llevarme.  Sólo atiné  a decirle que se marchara  y  que aún  no estaba preparada  para ese viaje desconocido. En vano fueron mis súplicas  porque, ahí se quedó  inmóvil y yo tratando  de escapar de esa situación.

Luego comenzaron a entrar  nubes de plumas que  explotaban al rozarse.   Llegaron   a formar una  muralla a mí alrededor.  Ya no veía las luces.
Sentí mucho miedo y  frío a la vez. Pensé  en el frío de la muerte. Las plumas seposaron sobre mi cuerpo aún latente, como si quisieran darme  abrigo.
La transmutación se hizo presente en todo mí ser, con  largas y ágiles  piernas corriendo sin rumbo alguno. Me habían crecido alas pero no podía  volar.
Al instante por esa misma ventana entró una gran lombriz, no le di mucho tiempo para desplazarse, porque la devore.

Trataba de salir de ese lugar. Todo se entremezclaba, el temor y la risa al sentir ese extraño contacto que me producían tantas  plumas en los brazos, en el cuello.

De pronto pude despertar y comprobar  cómo  la luz del alumbrado público traspasaba las hendijas de la cortina metálica.
Las plumas de mi almohada se habían esparcido por toda la cama.

UN PEQUEÑO JUEGO, por Claudia Maglio

Mi familia, es muy singular, un poco excéntrica, rayando con la mediocridad y la decadencia de la oligarquía que debió salir a trabajar y mezclarse con los aromas del populacho a los que, por supuesto, no estaba acostumbrada. Tal vez ello explique algunos de los ritos y juegos con los que se entretenía desde antes que yo naciera y que continúan hasta hoy día. 
Vivimos todos con mi abuela materna en una casona de principios del siglo XX y que aún se conserva, aunque derruida en algunas de sus partes o con goteras y pequeñas a medianas manchas de humedad en sus techos por falta de estipendio para subsanarlas. Nada de esto importó nunca a la familia, pues creo que en negación a la intolerable realidad, siempre vimos a la casa como lo fue en sus tiempos gloriosos de carruajes, fiestas, servidumbre, costosos vestidos, joyas, elegantes habitantes de una monstruosa fantasía que se mezclan con aromas a jazmines, mata polillas y alcanfor.
Todas las semanas se realizan sesiones espíritas en las que participan todos los miembros de la familia, tanto encarnados como desencarnados, es decir, los que para el vulgo serían vivos y muertos. Son muy lindas estas reuniones ya que generalmente viene algún conocido a visitarnos. En el barrio todos saben que somos espiritistas por eso creo que a veces nos observan con caras asustadas, o con deseos de enviarnos a la hoguera. Sí, definitivamente eso explica porque cada vez que pasan por delante de nuestra casa todos irremediablemente se persignan.
Esta actividad al igual que otras las consideramos una forma de reunir más a la familia, de demostrarnos nuestro amor y, como ya he explicado, evadirnos un poco de la triste realidad.
Apasionados por generaciones a la lectura de los libros policiales, se decidió hace muchos años, una vez por mes jugar a Los Detectives. Cómo es?, muy sencillo, generalmente preparaba todo mi abuela y cuando ella se fue tomó su lugar mi madre, mi hermana mayor y luego yo. Las bajas se dan siempre por partidas al más allá, nunca por otra razón. El juego consiste en fraguar un asesinato, ideado por quien dirige el juego y el culpable, tomamos los roles de víctima, asesino, sospechosos y un detective, este último se rota ya que todos queremos sentirnos un Sherlock Holmes, o miss Marpple, Messier Poirot, el comisario Maigret o el  Padre Brown alguna vez.
Se debe planificar muy bien los detalles del crimen, móvil, coartadas, lugar del hecho, en fin una serie de situaciones y escenas con algunos datos a descubrir, como cartas, mensajes y más. En esto pueden ayudar al “director” aportando ideas el resto de la familia excepto aquél que será el detective.
Cuando todo está preparado, se lleva a cabo un asesinato y el llamado a un inspector que tratará de hallar al o los verdaderos culpables. Este juego lleva días de investigación, interrogaciones a los sospechosos, búsqueda de pistas y hasta estudio de la escena del crimen y el cadáver. Como la casa es muy grande hay muchos lugares para investigar, algunos habituales y otros poco visitados y a veces tétricos, como el desván. Por supuesto nadie debe dar pistas, ni ayudar, y como la tentación siempre surge es por eso que el único que sabe quién es el asesino son el autor y el director del juego. La mejor en esto, sin lugar a dudas ha sido mi abuela que preparaba cada escenario tan bien que hasta esparcía sangre, daba vuelta o escondía las cosas haciendo muy difícil resolver cada caso.
Hemos pasado muchos años haciendo esto, es realmente apasionante y aumenta la adrenalina a medida que nos vamos acercando a la verdad. Sólo en una ocasión sufrimos un “pequeño accidente”, y lo escribo entre comillas porque es el día de hoy que nadie en la familia sabe qué ocurrió en realidad.
Cierta vez mi abuela había organizado todo el juego, la víctima era una de mis tías, apareció con el cuello cortado envuelta en sangre en medio del jardín de invierno, rodeada de hermosas flores, al igual que un ritual. El hecho era desconcertante y en esa ocasión mi tío Braulio tomó el rol de detective, a él siempre le gustaba hacerse pasar por Auguste Dupin, el célebre detective de Edgar Allan Poe. Durante días buscó, revisó, nos entrevistó a cada uno y no halló ni una señal o pista que diera con el o los asesinos. Lo más difícil fue cuando el cadáver desapareció, mi tía no se hallaba por ningún lado, realmente realizó una excelente actuación. Todo estuvo brillante, cada uno de nosotros aunque quisiésemos ayudar nada sabía, y a veces la curiosidad hacía que nos pusiéramos a ayudar al detective en su búsqueda. Pasaron así varios días, cada noche nos acostábamos pensando en lo bien que había planificado esa vez el asesinato mi abuela y casi no dormíamos por pensar y dilucidar la verdad. Claro que todo tiene un fin, al cumplirse dos meses de la desaparición del cadáver, algunos sobretodo mi tío Braulio comenzó a ponerse nervioso y a pedir que acabáramos con ese juego. La tensión aumentaba con los días y aunque buscáramos a mi tía, ahora ya todos, ninguno la hallaba, mi abuela juraba y perjuraba que no sabía nada, que la sangre era la que ella hacía exprimiendo carne, mi prima Elba quien se suponía era la asesina de su madre sólo lloraba y gritaba por su mamita. A mis tíos se les ocurrió llamar a la policía, a lo que mi abuela se negó pues cómo explicaríamos el juego y la desaparición sin caer como sospechosos algunos o toda la familia? Nuestro apellido sería pisoteado y correría de boca en boca, no se podía permitir semejante escándalo.
Fue así como el tiempo pasó, nunca pudimos terminar bien ese juego. Claro que luego de un tiempo prudencial, en que los ánimos de todos se calmaron, volvimos a jugar. Siempre lo tomamos como una travesura de mi tía, ya que su cadáver nunca apareció; pensábamos que se había fugado tal vez por no querer jugar más. Mi prima Elba pasó del llanto a la furia junto a mi tío Manuel, hija y esposo de la desaparecida, aunque nunca me quedó claro si fue por su fuga o por haber abandonado el juego, a veces algunos de mis familiares son tan particulares…
Hace dos años, en una hermosa sesión espírita, se videnció el espíritu de mi tía, lo que nos dio la pauta de que ya partió al más allá, lo que aún no sabemos es si fue por su propia voluntad o porque alguien la ayudo. Ella sólo mostraba su cuello cortado y nos señalaba a todos por lo que suponemos que algo de asesinato o suicidio sucedió, tal vez nunca lo sepamos, lo que sí sabemos con seguridad es que su cadáver nunca apareció.